SAN ANTONIO Y LOS NIÑOS
En la iconografía que representa a San Antonio se le ve siempre
contemplando al Niño Jesús o bien llevándole en sus brazos. Esto se debe a la
gran devoción que tenía por el hijo de Dios niño a lo largo de toda su vida. San Antonio siguió el ejemplo de Jesús narrado en los
evangelios de Marcos, Mateo y Lucas, y repetido por S.S.
Juan Pablo II, Catequesis del miércoles 6 de diciembre del año 2000: «Así
pues, todos los justos de la tierra, incluso los que no conocen a Cristo y a su
Iglesia, y que, bajo el influjo de la gracia, buscan a Dios con corazón sincero,
están llamados a edificar el reino de Dios, colaborando con el Señor, que es su
artífice primero y decisivo. Por eso, debemos ponernos en sus manos, confiar en
su palabra y dejarnos guiar por Él como niños inexpertos que sólo en el Padre
encuentran la seguridad: El que no
reciba el reino de Dios como niño – dijo Jesús-, no entrará en Él» (Lc
18,17)
Que nunca los ministros y los hombres de fe de la iglesia actúen como lo
hicieron los apóstoles que, en principio, impidieron que los niños se acercaran
a Jesús porque pensaban que eran criaturas de pocos valores. Ellos con su
inocencia bendita, sin darnos cuenta, levantan los aldabones de las grandes
puertas de las catedrales, iglesias y ermitas, tocan los llamadores de los
pasos de nuestras cofradías, coleccionan sus estampitas, cuando florece la
primavera, se colocan obedientes debajo de las trabajaderas, vestidos con su túnica nazarena se bautizan
como hermanos de luz cuando gota a gota van derramando su cera, con sus
comuniones abren las puertas de las sacristías, pero no todas esas puertas
quedan siempre abiertas en la medida del tamaño de sus inmensos corazones,
probablemente estábamos ocupados con nuestras preocupaciones; unos con el
boletín de su cofradía, otros preparando nuevos pregones, y otros repasando sus
homilías. Que las puertas de nuestros corazones, y las cerraduras de nuestra
mente, estén siempre abiertas para ellos, que apoyemos siempre sus iniciativas,
que nunca los dejemos a un lado, que nunca se sientan olvidados, engañados,
apartados o discriminados por su juventud o por su supuesta ignorancia o rebeldía,
que ellos y sus familias, en su primera eucaristía, y ante el temor de lo nuevo
y con los nervios desmadrados- nunca se sientan castigados sin homilías por un trivial
e inocente pecado, que nunca sean receptivos de nuestra hipocresía, indiferencia,
intransigencia y enfado, porque ellos son nuestro mejor tesoro, el ajuar más
preciado de nuestra cofradía, nuestro único futuro y el de la iglesia de Cristo
resucitado y de su madre la Virgen María.
Los niños deben tener un papel
importante en la Iglesia antes y después de su primera comunión, y ser testigos
activos en la dinámica catecumenal de cada día. Demos entre todos a los más jóvenes la oportunidad de
participar en las actividades de la iglesia ahora, porque os aseguro que luego
será demasiado tarde. Cuando se tiene en cuenta a los niños, se les escucha, se les atiende usando
pequeñas dosis de psicología infantil, se les atrae a la parroquia con lo que más
le gusta, y se posibilita que se expresen con libertad, ellos pueden dar razón
de sus experiencias de fe a través de sus acciones y transformar la realidad
del pequeño mundo en el que viven con el estilo de la doctrina de Jesucristo
resucitado. Los cofrades ceutíes tenemos la enorme responsabilidad de
realizar una constante labor evangelizadora con una apuesta clara por el
reconocimiento del papel de los niños como sujetos activos en nuestras
cofradías, como un miembro más de la misma iglesia y como jóvenes peones
aprendices en la construcción del Reino de Dios. Son muchas las actividades que
podemos organizar con ellos y para ellos, sirva de ejemplo puntual la
iniciativa del Vía Crucis y Rosario de la Aurora especialmente adaptados a
ellos que se realizan en la parroquia de San José. De esta forma, canalizados
por las comunidades parroquiales o por las cofradías, podemos conseguir que los
niños sean personas de pleno derecho en la vida de la comunidad eclesial a la
que pertenecemos.
Cuida San Antonio también a
esos niños de estatura pequeñita, que cada año y de la manita de sus padres,
vienen a conocerte a tu ermita, con un ramo de flores, normalmente margaritas,
y que con sus ilusiones te ofrecen lo más grande, su inocencia bendita. Sus
corazones que al verte palpitan, o de aquellos que aún no han nacido y en el
vientre de sus madres te sienten y te gritan. Y ten cuidado también con
aquellos niños que nunca subieron a tu ermita porque nunca nacieron de unos
vientres olvidados, traicionados por el egoísmo del pecado de esta sociedad
maldita e indolora, que –como Pilatos- se lava las manos sin mirar a su lado,
cuando la guadaña del aborto siega sin cuidado sus vidas marchitas. Estos niños
-a los que tu adoras- ya están a tu vera, bajo tu túnica protectora, besándote
con cariño tus pies de madera.
San
Antonio, alma de hermosura perfecta,
sin
pecados, sin heridas, con dulzura,
ejemplo de
humildad y vida recta
que
soñando con llevar en tu regazo al creador,
das
testimonio de amor y defensa de la vida.
Tú que
alimentas los pensamientos celestiales,
tú pastor
de las almas perdidas,
cuida de
estos seres indefensos,
de estos
ángeles contentos
que están
contigo en el cielo,
que buscan
con tu compañía,
la PAZ de
tu armonía,
y el
rostro inmenso del hijo de Dios.
Pero
mientras tú sonreías y jugabas con ellos, ¡ten
cuidado!
¡tu niño
Jesús se te ha escapado!,
¡no te preocupes
Antonio!
que la REINA
DE LA PAZ lo ha encontrado
y un
rosario le ha colocado,
para que
juegue entre sus dedos,
ahuyentando
los demonios
que
siempre le andan buscando.
Y
tirándole besitos y cogiéndole las manos
los niños
que contigo descansan
también
protegen a su hermano.
Esos niños
que nunca nacieron,
los que al
cielo ya viajaron,
niños que
están contigo
y sus
madres nunca olvidaron;
y aunque
no les conocieron
ni tampoco
acurrucaron,
en el
fondo de su alma
día a día
le han rezado.
Y los
notan en sus vientres,
aunque ya
se han marchado,
y los
notan en sus pechos,
aunque
nunca lo han mamado,
y sueñan
con su rostros
aunque
nunca los contemplaron,
besando
suave su frente
y cogiendo
fuerte sus manos,
con una
mirada inocente,
con un
amor cegado,
y tú que todo
los sientes
le
perdonaste su pecado…
Jacobo Díaz Portillo
Pregonero de la Romería de San
Antonio de la Cofradía del Monte Hacho 2012.
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