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Asociación Cultural Cofrade Regina Pacis.

jueves, 5 de julio de 2012


SAN ANTONIO Y LOS NIÑOS

En la iconografía que representa a San Antonio se le ve siempre contemplando al Niño Jesús o bien llevándole en sus brazos. Esto se debe a la gran devoción que tenía por el hijo de Dios niño a lo largo de toda su vida. San Antonio siguió el ejemplo de Jesús narrado en los evangelios de Marcos, Mateo y Lucas, y repetido por S.S. Juan Pablo II, Catequesis del miércoles 6 de diciembre del año 2000: «Así pues, todos los justos de la tierra, incluso los que no conocen a Cristo y a su Iglesia, y que, bajo el influjo de la gracia, buscan a Dios con corazón sincero, están llamados a edificar el reino de Dios, colaborando con el Señor, que es su artífice primero y decisivo. Por eso, debemos ponernos en sus manos, confiar en su palabra y dejarnos guiar por Él como niños inexpertos que sólo en el Padre encuentran la seguridad: El que no reciba el reino de Dios como niño – dijo Jesús-, no entrará en Él» (Lc 18,17)

Que nunca los ministros y los hombres de fe de la iglesia actúen como lo hicieron los apóstoles que, en principio, impidieron que los niños se acercaran a Jesús porque pensaban que eran criaturas de pocos valores. Ellos con su inocencia bendita, sin darnos cuenta, levantan los aldabones de las grandes puertas de las catedrales, iglesias y ermitas, tocan los llamadores de los pasos de nuestras cofradías, coleccionan sus estampitas, cuando florece la primavera, se colocan obedientes debajo de las trabajaderas,  vestidos con su túnica nazarena se bautizan como hermanos de luz cuando gota a gota van derramando su cera, con sus comuniones abren las puertas de las sacristías, pero no todas esas puertas quedan siempre abiertas en la medida del tamaño de sus inmensos corazones, probablemente estábamos ocupados con nuestras preocupaciones; unos con el boletín de su cofradía, otros preparando nuevos pregones, y otros repasando sus homilías. Que las puertas de nuestros corazones, y las cerraduras de nuestra mente, estén siempre abiertas para ellos, que apoyemos siempre sus iniciativas, que nunca los dejemos a un lado, que nunca se sientan olvidados, engañados, apartados o discriminados por su juventud o por su supuesta ignorancia o rebeldía, que ellos y sus familias, en su primera eucaristía, y ante el temor de lo nuevo y con los nervios desmadrados- nunca se sientan castigados sin homilías por un trivial e inocente pecado, que nunca sean receptivos de nuestra hipocresía, indiferencia, intransigencia y enfado, porque ellos son nuestro mejor tesoro, el ajuar más preciado de nuestra cofradía, nuestro único futuro y el de la iglesia de Cristo resucitado y de su madre la Virgen María.

Los niños deben tener un papel importante en la Iglesia antes y después de su primera comunión, y ser testigos activos en la dinámica catecumenal de cada día. Demos entre todos a los más jóvenes la oportunidad de participar en las actividades de la iglesia ahora, porque os aseguro que luego será demasiado tarde. Cuando se tiene en cuenta a los niños, se les escucha, se les atiende usando pequeñas dosis de psicología infantil, se les atrae a la parroquia con lo que más le gusta, y se posibilita que se expresen con libertad, ellos pueden dar razón de sus experiencias de fe a través de sus acciones y transformar la realidad del pequeño mundo en el que viven con el estilo de la doctrina de Jesucristo resucitado. Los cofrades ceutíes tenemos la enorme responsabilidad de realizar una constante labor evangelizadora con una apuesta clara por el reconocimiento del papel de los niños como sujetos activos en nuestras cofradías, como un miembro más de la misma iglesia y como jóvenes peones aprendices en la construcción del Reino de Dios. Son muchas las actividades que podemos organizar con ellos y para ellos, sirva de ejemplo puntual la iniciativa del Vía Crucis y Rosario de la Aurora especialmente adaptados a ellos que se realizan en la parroquia de San José. De esta forma, canalizados por las comunidades parroquiales o por las cofradías, podemos conseguir que los niños sean personas de pleno derecho en la vida de la comunidad eclesial a la que pertenecemos.

Cuida San Antonio también a esos niños de estatura pequeñita, que cada año y de la manita de sus padres, vienen a conocerte a tu ermita, con un ramo de flores, normalmente margaritas, y que con sus ilusiones te ofrecen lo más grande, su inocencia bendita. Sus corazones que al verte palpitan, o de aquellos que aún no han nacido y en el vientre de sus madres te sienten y te gritan. Y ten cuidado también con aquellos niños que nunca subieron a tu ermita porque nunca nacieron de unos vientres olvidados, traicionados por el egoísmo del pecado de esta sociedad maldita e indolora, que –como Pilatos- se lava las manos sin mirar a su lado, cuando la guadaña del aborto siega sin cuidado sus vidas marchitas. Estos niños -a los que tu adoras- ya están a tu vera, bajo tu túnica protectora, besándote con cariño tus pies de madera.



San Antonio, alma de hermosura perfecta,

sin pecados, sin heridas, con dulzura,

ejemplo de humildad y vida recta

que soñando con llevar en tu regazo al creador,

das testimonio de amor y defensa de la vida.

Tú que alimentas los pensamientos celestiales,

tú pastor de las almas perdidas,

cuida de estos seres indefensos,

de estos ángeles contentos

que están contigo en el cielo,

que buscan con tu compañía,

la PAZ de tu armonía,

y el rostro inmenso del hijo de Dios.

Pero mientras tú sonreías y jugabas con ellos, ¡ten cuidado!

¡tu niño Jesús se te ha escapado!,

¡no te preocupes Antonio!

que la REINA DE LA PAZ lo ha encontrado

y un rosario le ha colocado,

para que juegue entre sus dedos,

ahuyentando los demonios

que siempre le andan buscando.

Y tirándole besitos y cogiéndole las manos

los niños que contigo descansan

también protegen a su hermano.

Esos niños que nunca nacieron,

los que al cielo ya viajaron,

niños que están contigo

y sus madres nunca olvidaron;

y aunque no les conocieron

ni tampoco acurrucaron,

en el fondo de su alma

día a día le han rezado.

Y los notan en sus vientres,

aunque ya se han marchado,

y los notan en sus pechos,

aunque nunca lo han mamado,

y sueñan con su rostros

aunque nunca los contemplaron,

besando suave su frente

y cogiendo fuerte sus manos,

con una mirada inocente,

con un amor cegado,

y tú que todo los sientes

le perdonaste su pecado…


Jacobo Díaz Portillo

Pregonero de la Romería de San Antonio de la Cofradía del Monte Hacho 2012.


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