EL FARO DOMINGO 3 DE
JUNIO 2012
LOS NUEVOS HEREJES DE
RIMINI Y EL MILAGRO DE LOS PECES
Decía San
Antonio que «el gran peligro del
cristiano es predicar y no practicar, creer pero no vivir de acuerdo con lo que
se cree». También hay una serie de frases célebres
que no son coetáneas del doctor evangélico, pero tienen toda su fortaleza, y
sobre todo, toda su realidad. Estos pensamientos tienen mucho que ver con su
filosofía y su forma de vida, y que sin duda los cofrades no podemos olvidar.
El premio nobel Francois Mauriac, conocido por ser uno de los más grandes
escritores católicos del siglo XX, decía que «la lucha por la verdad es una larga paciencia». Anteriormente Sir Francis Bacon a principios
del siglo XVII decía que «la verdad no hija de la autoridad sino del tiempo». Y si
nos remontamos más aún en el pasado, San Agustín en el siglo V decía «obedece más a los que enseñan que a los que mandan».
Probablemente San Antonio la dijo todas cuando en una ocasión, los HEREJES DE RIMINI, que -sin entrar en
razones- solo la soberbia que emanaba de su efímera autoridad y de sus lóbregos
corazones, le impedían al pueblo -con su maldad- acudir a sus sermones. Esos
herejes elegidos por su desparpaja egolatría, esos
vástagos del pueblo cristiano que lanzan la piedra y esconden la mano, -para
que así- no se les pueda juzgar la pena, que siempre será de su hermano, que
siempre la culpa será ajena. Esos mismos, que oyen decir «perdonar a los que nos ofenden»,
cuando ellos ofenden a los demás hasta perdonando... Esos mismos que al hacer
el pan del nazareno contaminan las espigas doradas del trigo con el veneno de
cornezuelo del centeno, provocando a San Antonio
con su «fuego», esos mismos que -lamentando con su treno- se alegran en el
fondo de los males del corazón ajeno, sin pararse a saber quién es el otro y
cuál es su sermón agareno. Esos mismos Judas filenos que te besan en Navidad en
el huerto de los olivos de la iglesia para luego borrarte como amigo antes de
que llegue la cuaresma... ¿Vosotros hipócritas –diría San Antonio a esos
herejes, como dijo el Señor- vais a venir aquí, a Ceuta, para prohibir los
sentimientos de mi alma que florecieron en el tiempo con las raíces de mi
infancia, marcando vosotros a mí, fronteras de exquisita y excluyente
intolerancia?. Vosotros, esos nuevos herejes patarinos, esos nuevos cátaros y
neofariseos, que desafiáis al tiempo y al espacio, que estáis por encima del
bien y del mal, esos hijos de Bonovillo que ven en los demás la maldad cuando
ellos la pasean en sus bolsillos llenos de vanidad y de soberbia. Ante esos
lánguidos servidores del egoísmo consagrado, ante esos nuevos guardianes
celosos de la mente y del pensamiento,
adiestrados por una maestría dirigente que es tan espiritual como decadente,
ante esos nuevos estériles sarmientos que quieren ser la vid resplandeciente
cuando solo son el eco de sus lamentos, ante esos hipócritas con piel de
cordero y alma de lobo publicano, ante esos inquisidores del pietismo, la
religiosidad popular y sus sentimientos, ante esos virtuosos ingenieros del anónimo
pecado, ante esos manipuladores de la verdad con su cínico esperpento … NO seré
yo quien busque tu alimento, quien meta el dedo pulgar de mi mano en el
sagrario de vuestro corazón lóbrego y varado, porque seguro que sale córneo y
congelado.
Tenéis que saber que en este jardín que
Dios nos ha mandado a todos su cuidado, yo solo cultivo flores para Cristo
resucitado y nunca para ningún diablo transformado en un becerro dorado. Por
eso os digo a ustedes, gigantes paladines,
entrenados soldados del ejército filisteo, hombres
adonados con cabeza dura y pesada como el bronce pero con pies frágiles como el
barro, que no busquéis en mis sermones más flores que las que huelen, ni más
cera que la que arde. No busquéis en mis pregones flores regadas de hipocresía;
de color blanco son las mías, huelen a azahar, y son siempre para María. Nunca
se van a confundir ni por el azar con las vuestras, plastificadas por el
tiempo, cubiertas por el sayal, la ceniza y las arenas del desierto, y bañadas
por el polvo del olvido y el aroma añejo del recuerdo. De modo que, si no me
queréis dejar rezar, por lo menos que sepáis lo que prohíbes, y por lo menos
dejadme pregonar a los peces del mar.
Porque si tu SOBERBIA es hija de tu
autoridad,
y de tu ENVIDIA nace el odio, y el rencor,
aunque contigo acabe la humanidad
ten cuidado último pecador,
pues fruto de esa infinita maldad
está creciendo inmenso en tu interior
el hijo póstumo de Satanás.
espués de dicho esto San Antonio se fue a la orilla del mar y empezó con
fuerza a gritar:
«Oigan la palabra de Dios, ustedes los pececillos del mar,
ya que los pecadores de la tierra no
la quieren escuchar».
A su llamada de atención, acudieron miles y miles de
peces que sacudían la cabeza en señal de aprobación. Aquel milagro de amor se
conoció y conmovió a la ciudad, por lo que los herejes tuvieron que cambiar de
opinión…
Jacobo Díaz Portillo
Pregonero de la Romería de San
Antonio de la Cofradía del Monte Hacho 2012.
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