¿SAN ANTONIO COFRADE? ¿QUIEN TE OLVIDA?
Decir que San
Antonio de Padua fue un cofrade, es
como mínimo, un trivial anacronismo tan lleno de vanidad como de hipocresía y
adelanto. Afirmar que el Santo es ahora
un cofrade, es una idolopeya, es un mimetismo con el encanto de la realidad
simbólica, es una mágica prosopopeya. Porque ahora el Santo tiene una imagen
sagrada de una Virgen muy bella, tiene un titular al que rezar en sus noches sin
estrellas, una cala que germina envuelta en su perianto, una antorcha que
ilumina las tinieblas del quebranto, tiene una imagen divina a la
que quiere tanto, que le lleva flores de colores; blancas clavellinas, rojos claveles y amarantos. Porque ahora, Antonio
el Santo, tiene entre sus valores una madre bendita que le cubre con su manto,
que le quita sus dolores, le seca las lágrimas de su llanto, y le cede con
encanto al niño de sus amores.
Porque cuando
acaba el rosario de la aurora, año tras año, cuando en la ermita reina el silencio
de la quietud quebrada, y un olor a rosas y margaritas aun recién cortadas, y
oraciones exquisitas que vuelven la PAZ serena a los altares, San Antonio se queda
solo ante su madre bendita, frente a frente, sus miradas encadenadas lo dicen
todo; la mañana de la aurora es corta pero para el santo esa hora del día ha
sido larga, y al regresar a su ermita tienen tanto que contarse… y San Antonio con aires de pregonero le
dice a la Virgen que es su guía y su lucero:
Que largo se me hace tu camino
Reina de la PAZ y de mi alma,
cuando no puedo mirarte
y recrearme en tu cara,
cuando no puedo llorarte
ni contarte mi suerte.
Cuando estás conmigo
siento como tu brisa
inerte, me acompaña,
y veo tu serena sonrisa
cuando me miras a la cara.
Cuando no estás en mi ermita,
mis manos gritan de pena
de no poder rezar contigo
para liberar mi condena.
Que largo se me hace el año,
hasta que llega mi verbena.
Pero cuando llega mayo,
cuando florece la primavera
mi corazón se estremece,
mi alma de luz se llena,
y es tan grande mi esperanza
que se olvida ya mi pena,
que en la puerta se queda
y con ella la añoranza,
cuando veo la luz de tus ojos
y la alegría de tu semblanza.
Por fin en mayo, en mi ermita,
ya estás conmigo de nuevo, Señora,
para el Rosario de la Aurora,
para ser la flor más bonita,
para ser mi más exquisita
madre y abogada defensora.
Después del rosario,
el sábado por la noche,
al llegar la madrugada
después de las canciones
y de la cera derramada,
busco en ti tú dulce mirada,
y quiero ver en sus brazos
a tu niño que te llama,
quiero ver cómo le besas la frente
y oír cómo le susurras una nana.
Reina de la PAZ que en tu regazo
también llevas al Santo de su alma.
Y al acunarle en tu manto
color blanco de plata,
se derrama mi quebranto
y hasta una lágrima se me escapa.
Y la madre me pregunta,
con una voz que delata:
¿Antonio que te pasa?
¿Por qué lloras por mi ausencia?
¿Quién no quiere mi indulgencia
o le molesta mi presencia
o ignora la ausencia
de una imagen de la madre,
que dé vida y candencia
a la iglesia de Dios Padre?.
San Antonio, con la pena entretejida con su llanto, me pregunta a mí suplicando:
Dime la verdad pregonero
La Virgen de la PAZ ¿donde se ha ido?
¿En que parte del cielo
brilla su lucero divino?
¿En que huerto escondido
crece su nardo campero?
¿En qué blanco velero
cruzó los mares contigo?
No la busques hoy compañero,
que no se encuentra en tu ermita,
que la encontró sola y proscrita
su marido, José el carpintero.
Que es un barrio obrero
el que hoy la felicita,
el que reparte sus estampitas
entre niños y jornaleros.
No sabes tú, mi pregonero
que abogado soy de las causas perdidas
yo la buscaré, compañero,
aunque en ello me vaya la vida,
recorreré el mundo entero,
y cuando encuentre su desconsuelo
le pediré de rodillas en el suelo,
que se regrese en mayo a mi ermita …
Quién te olvida si te ha visto, Madre Mía
Quién te olvida, madrigal de un mayo eterno.
Quién te olvida, vida mía.
Quién te olvida, si ha besado tus manos,
si ha tocado con cuidado tus dedos
con las que acaricias a tu hijo soberano.
Quién te olvida, dulce nombre de María.
Quién te olvida, si al verte yo a mi lado,
han quedado tus mejillas enfrente de mis labios,
y he tenido que reprimir ese instinto primario,
de besarte yo a ti la cara, mordiéndome yo mis labios.
Quién te olvida, Madre mía,
si en mi ermita yo tu compañero,
no sabía si estaba en el Hacho
o en las puertas del mismo cielo.
Quién te olvida,
flor de mayo florecida,
consuelo del afligido,
PAZ de la alegría,
amor de tu Cristo vivo,
Madre de Dios protegida.
Dímelo tú Reina de la PAZ
¿Quién te olvida?
Quién te olvida, madre querida,
con tu hijo yo en mis brazos,
viendo en mayo tu salida,
y murmurar con lágrimas contenidas,
apretando yo su mano
de fervor estremecida.
¿Quién te olvida?.
Si fuiste por Dios bendecida
el día de María Auxiliadora.
¿Quién lo olvida?.
¿Quién cautivo de rencor
y con la conciencia perdida
ocultó a la Madre de Dios
en la senda prohibida?
¿Quién arrancó esa blanca flor
del jardín de mi vida?
¿Quién llenó mi alma de dolor
con la injuria, y la mentira?
¿Quién impidió con su derredor
que
fueras en mi altar bendecida?
Si me he mirado en tus ojos,
en la luz de tus mejillas,
en el resplandor de tus labios,
en tu cara de chiquilla.
Me enamoré de tus manos,
del candor de tu sonrisa,
de la blancura de tu manto,
de tu olor que es una brisa.
Dime tú flor de mi vida,
dime tú consuelo de mi llanto,
¿quién te teme tanto
que de tu nombre se olvida?
Oración entretejida,
lirio jazmín y azucena,
Reina de las letanías,
eres ribera de nardos,
cauce del mar escogida,
Madre de Dios en el cielo
y en la tierra preferida.
Eres la luna en la noche,
eres el sol en el día,
eres esmeralda en el broche,
eres mi dulce compañía,
es tu amor todo derroche,
eres suspiro de alegría,
cuando en mi ermita te llamaron
¡Reina de la PAZ, Ave María!.
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